Thursday, October 23, 2008

La tecnología móvil revoluciona los edificios y las ciudades

La interacción y la masificación de los teléfonos celulares, las computadoras portátiles y la Internet inalámbrica crea nuevos "oasis urbanos". Cuáles son los impactos de este fenómeno en la vida cotidiana de las personas y en la arquitectura.

La tecnología móvil revoluciona los edificios y las ciudades

Al célebre arquitecto Frank Gehry le gusta provocar controversias estéticas y logró desatar el debate con su Stata Centre, erigido en el Massachusetts Institute of Technology (MIT).

El complejo (en la foto de apertura de esta nota) fue inaugurado en 2004 y alberga los departamentos de ciencias de la computación y de filosofía, posee una fachada con ángulos y ventanas bizarras y se ha convertido en el nuevo monumento de Cambridge.

Toda la estructura fue concebida conforme a los estilos de vida nómada de los estudiantes.

Según William Mitchell, profesor de arquitectura y de ciencias de la computación del MIT, que trabajó con Gehry en el diseño del centro, Stata obedece a una nueva concepción del espacio híbrido.

Donde mejor se aprecia esta característica es en la calle de los estudiantes, un pasaje interior que serpentea a través del complejo y está abierto al público las 24 horas.

La calle está salpicada de recovecos; se intercalan cafés y salones con escritorios, pizarras y Wi-Fi.

Es común ver estudiantes, profesores y visitantes preparando sus exámenes, flirteando, haciendo una siesta, enviando mensajes, investigando, leyendo y discutiendo.

Ninguna parte de la calle está físicamente destinada a una actividad específica, cada segmento puede convertirse en el lugar apropiado para un seminario, refrigerio o romance.

Mitchell afirma, en un artículo publicado por The Economista y adaptado por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) argentino, que la gente ya no está atada a lugares específicos para estudiar o aprender, por lo tanto se ha contraído la demanda de espacios tradicionales, privados y cerrados como oficinas o aulas y ha aumentado la demanda de espacios semipúblicos, de los cuales uno puede apropiarse informalmente asignándoles la función de espacios de trabajo ad-hoc.

En su opinión, estamos frente al cambio de mayor importancia en la arquitectura de este siglo.

En el siglo XX, la arquitectura había desarrollado estructuras para fines predeterminados: oficinas para trabajar, bares o restaurantes para comer; lo cual estaba en consonancia con la necesidad de estar cerca de los elementos de trabajo como aparatos de telefonía fija, fax y archivos.

A su vez, los estudios económicos sobre materiales de construcción favorecían las estructuras repetitivas y simples: cubículos divididos por tabiques.

Mitchell insiste en que la nueva arquitectura logrará espacios intencionadamente multifuncionales.

Los arquitectos conciben luz, aire, árboles y jardines al servicio de las conexiones humanas.

Los edificios adquirirán mayor variedad de formas. Por ejemplo, la gente que trabaja con laptops preferirá tener la espalda contra la pared, de manera que los espacios híbridos se irán haciendo más curvos, con más rincones, para sacar máximo provecho de las paredes internas.

Esta transformación podrá afrontarse gracias a que el diseño asistido por computadoras y los nuevos materiales permiten lograr formas no repetitivas a un costo menor.

Terceros lugares
El sociólogo Ray Oldenburg, en 1989, mucho antes de que las tecnologías móviles alcanzaran amplia difusión, visualizó lo que denominó “terceros lugares”: un espacio con admisión gratuita o barata –el precio de una taza de café– que ofrece comodidades, está a poca distancia del vecindario y congrega a un grupo de clientes habituales.

Pero Oldenburg sostenía que los terceros lugares estaban perdiendo vigencia.

Especialmente la gente de las zonas suburbanas de los EE.UU. comenzaba a desplazarse entre su primer y segundo lugar, deteniéndose complementariamente en sitios alienantes y anónimos como los centros comerciales, que no encajaban en lo que consideraba tercera categoría de lugares.

Oldenburg temía que la sociedad estuviera al borde de desmembrarse sin estos espacios en donde difundir ideas y crear vínculos.

Tan pronto se acuñó el término, las grandes empresas comenzaron a querer liderar la construcción de esos nuevos terceros lugares.

Entre ellas sobresalió Starbucks, una cadena internacional de cafés. Las sucursales ofrecen no sólo sofás sino también escritorios con tomas de electricidad.

Starbucks llamó más la atención al cambiar de proveedor de Wi-Fi que al ofrecer una nueva especialidad de café.

¿Esos oasis para nómadas realmente cumplen el rol social de terceros lugares?

James Katz de Rutgers teme que los cibernómadas estén vaciándolos de sentido.

Ya es común que un café esté lleno de gente con auriculares, hablando todo el tiempo por celulares o utilizando las laptops y comprometiéndose más con sus correos electrónicos que con las personas cercanas.

Katz afirma que estos lugares están físicamente habitados pero psicológicamente vacíos, y esto hace que la gente se sienta más sola que si el café estuviese desierto.

Las ciudades irán cambiando a medida que aparezcan y se difundan más terceros lugares.

Mitchell asegura que durante el siglo XX los edificios se especializaban por función y las ciudades seguían esa modalidad.

Las áreas suburbanas eran para habitar, el centro para trabajar y el resto para esparcimiento.

El nomadismo urbano hace que vecindarios y edificios sean multifuncionales.

Sostiene que parte de las ciudades, tradicionalmente monoculturales, gradualmente se van convirtiendo en vecindarios multipropósito, al igual que los edificios, más afines en términos humanos a las aldeas de la era preindustrial que a las áreas suburbanas modernas que fueron construidas para desarrollar funciones específicas de épocas anteriores que ya no son necesarias.

La misma tendencia afecta a los patrones de tránsito.

Alan Pisarski, investigador del movimiento urbano, señala que en 1986, antes de que se iniciara la era de la movilidad y en los albores de la era de las PC, aún se observaba el clásico flujo diurno correspondiente al patrón de transporte urbano de la posguerra, según el cual las personas se veían atascada en el tránsito a las 8.00 y a las 17.00 en los viajes cotidianos entre los suburbios y el centro.

La generación de posguerra ahora está empezando a jubilarse y, para atrapar nuevos talentos, los empleadores se ven obligados a dejar que sus empleados más jóvenes trabajen donde les plazca.

Hasta los más viejos están empezando a transformarse en nómadas. Pisarski tiene 70 años y para trabajar se vale del BlackBerry y de la laptop.

Aunque todavía hay serios congestionamientos de tránsito, por primera vez se observa que no empeoran.

Si bien los gobiernos municipales, que se dicen ecologistas, aún fomentan el mantenimiento del parque automotor, el tránsito disminuye abruptamente ya que hay mayor diversidad y complejidad en horarios y direcciones de traslados.

Pisarski sostiene que en la década anterior los viajes se desarrollaban con un patrón radial: los oficinistas se alejaban de sus lugares de trabajo por alguna gestión y volvían para chequear mensajes en el contestador y en el fax.

Ahora la gente sigue una cadena de desplazamientos; los nómadas salen a la mañana y dejan a sus hijos en la escuela, después pasan todo el día saltando de un tercer lugar a otro.

Durante todo el día permanecen conectados a sus colegas y familiares que a su vez se mueven por otros lugares, por lo cual cada vez se hace más difícil establecer un patrón colectivo de movimientos.

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